Cómo se preocupan de nosotros las empresas. La hostia. Unos cariñitos.

Desde el erizo de Génesis o el Papá «sabiondo» de Catalana Occidente se me vienen unos cuantos ejemplos de amor empresarial. Todos ellos teñidos de ácidos sentimientos viscerales que todo humano debería tener. Desde La Batamanta hasta los alargadores de pene, las empresas nos abrazan y nos entretienen en las noches de insomnio, dándonos un bálsamo morboso que nos entretiene pensando en quién será el gilipollas desgraciado y deprivado culturalmente, que gaste su poco dinero en productos así. Las casas de la gente están llenas de compras subnormales que no se utilizan, desde enciclopedias de Larousse hasta vibralorzas que sólo adelgazan neuronas.  Si ve esos aparatos en casa de alguien no se ralle la cabeza, aplique la Máxima de Oro. Desde ahora: Tiene que haber gente así, jode mucho sentirse inferior. Aproveche estos vergonzosos detalles para querer al mongólico que tiene por padre, amigo, o rollete con derecho a roce. De momento, para que vaya haciendo boca le traigo el anuncio de la batamanta:

 

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